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“Soy mientras escribo”

12/04/2018
Mientras la industria publicitaria se reúne durante tres días en el Argentino Hotel de Piriápolis en una nueva edición del Desachate, desde la Facultad de Comunicación y Diseño invitamos a docentes referentes a leernos un párrafo de su autoría y a reflexionar sobre el concepto de inspiración.

El Desachate abrió sus puertas a la filosofía, la neurociencia, la historia, la antropología y otras disciplinas. El Día Interncional del libro, además, nos convoca a pensar sobre la palabra y la inspiración.

René Fuentes

Poeta, narrador y dramaturgo cubano. En su país de origen obtuvo varios reconocimientos literarios. Entre otros, en 1994 ganó dos premios Abril, por Los gallinazos (poesía) y La bufanda (teatro), ambos libros publicados en 1995. Los gallinazos, además, en 1995 ganó el Premio Pinos Nuevos, otorgado por el Instituto Cubano del Libro. En Uruguay, donde reside desde 1996, ha recibido otros reconocimientos literarios. Además, publicó Las trampas del paraíso (1996), La ida por la vuelta (1998), Una oscura pradera va pasando (2000), Postales que nadie pedía (2004), El mar escrito (2006,  Premio  Nacional de Literatura, 2004), Silbidos dispersos (Premio de Poesía de la Intendencia de Montevideo, 2009), Noveno círculo (2011), Caballo que ladra (Premio Onetti de Poesía, 2013) y Periplo cerrado (2017, Premio Onetti de Poesía, 2016). Ha colaborado como periodista cultural en publicaciones uruguayas y extranjeras. En 2002, fue galardonado con el Premio a la Excelencia Docente de la Facultad de Comunicación y Diseño. En 2006, lo distinguieron como uno de los poetas iberoamericanos invitados a las Segundas Lecturas de Primavera, organizadas por el Ministerio de Cultura de Argentina y por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Su obra de teatro Un gaucho, dos gauchos, treinta y tres gauchos fue finalista del Premio de Teatro Breve, España, en 2009. Además, en 2013 obtuvo una Mención en el Concurso Juan José Morosoli, por el libro de cuentos Cambios de lugar. En 2016 obtuvo varios reconocimientos literarios, entre otros, el Premio Internacional de Poesía Blas de Otero-Villa de Bilbao en lengua española, por Guitarra del mesón (2017) y el Premio Nacional de Literatura en Uruguay por Caballo que ladra. En 2017 ganó el VI Premio Internacional de Novela Corta Fundación MonteLeón (España) por el libro La mano que el perro llevaba en la boca y el Premio Iberoamericano de Poesía Marosa di Giorgio (Uruguay) por el libro Hidalgos.

—¿Por qué escribir?

—Escribo porque es una de las necesidades más rotundas y es la más indeclinable de mi existencia. Soy mientras escribo. Seré mientras pueda leer y escribir como formas personales de aprender y expresarme. Escribo para no aburrirme. Para no ser uno más de los que callan y censuran. Para que cada libro mío sea un mapa incompleto de esa patria inagotable que diariamente me precede y me ampara: la literatura.

—¿Cómo se logra la inspiración?

—No creo mucho en la inspiración como un momento o un estado mágico. Después de escribir y publicar varios libros, prefiero tiempo para escribir y reescribir. Una y otra vez. Antes, durante y después de muchos cansancios. En verdad, “inspiración” es un buen nombre para un animal doméstico y sedentario. Un gato, por ejemplo. ¿Para escribir? No. Nada de eso sirve. Tampoco el gato.

La mano que el perro llevaba en la boca

Una mano
No nacerás aquí. Vivirás toda tu vida sin saber que existe. Es un lugar como otro cualquiera, ni mejor ni peor, pero un lugar donde una tarde dos amigos están pescando bajo un puente y aparece un perro con una mano en la boca.
La mano es pequeña, no había terminado de crecer, tiene pintadas las uñas. La mano está pudriéndose, hinchada. Los dedos están engarrotados, sucios, envueltos en la saliva del perro que trajo la mano, entre dientes.
Del otro lado, donde antes estuvo el brazo, ahora quedan dos pedazos de huesos masticados, partidos. La mano es el bocado de carne que el perro tiene. Después de pelear o compartir la carrolla con otros animales. Después de comer y hartarse. la mano es la sobra que quisiera enterrar para comer después, bajo el puente.

Gustavo Wojciechowski

Diseñador Gráfico, artista plástico e ilustrador. Socio Director de Estudio Barra/Diseño. También escritor: en 2006 recibió el Premio Morosoli de Plata en la categoría Diseño Gráfico. En 2010,  obtuvo el Reconocimiento Latinoamericano a la Trayectoria Académica-Profesional en Diseño por la Universidad de Palermo (Argentina). Además, fue galardonado con el Premio a la Excelencia Docente de la Facultad de Comunicación y Diseño, donde se desempeña como Catedrático Asociado de Diseño Editorial y Publicitario.

—¿Por qué crear?

—Es una cosa natural, no me lo propongo.

—¿Cómo se logra la inspiración?

—No me inspiro, trabajo en todo caso.

Tipografía, poemas & poemarios

He perdido un poema por quedarme dormido y no anotarlo, él quedó del otro lado de mi cuerpo resoplando su lenguaje. Ahora yo escribo esta misiva sólo para dejar constancia de tal ausencia: he perdido un poema, muy lindo, que hablaba de cosas que no recuerdo. Tal vez cosas imprescindibles. Pero me quedé dormido y él sigue hablando tan bien, tan lindo de esas cosas y yo sin poderlo oír. Mi poema.

Guilherme De Alencar Pinto

Musicólogo, productor artístico, periodista y crítico. Presidente de la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay. Autor de los libros Razones locas / El paso de Eduardo Mateo por la música uruguaya (1994) y Los que Iban Cantando / Detrás de las voces (2013).

—¿Por qué escribir?

Por lo normal escribo crítica, o relatos y reflexiones a partir de investigaciones o análisis de fenómenos culturales, sobre todo música y cine. Escribir para mí es una manera de forzarme a redondear reflexiones, y entablar una parte de una conversación virtual sobre esos fenómenos. Está muy emparentado con la docencia, donde la comunicación es menos virtual, más interactiva. He leído muchos libros sobre teoría musical y cinematográfica que me han intensificado enormemente el placer y la riqueza del contacto con la música y el cine, y a través de esos vehículos, me han iluminado muchas cosas sobre el mundo. Escribir me produce un efecto similar en el sentido de que me fuerza a sistematizar ideas y a zambullirme en los fenómenos sobre los que escribo, y tengo la esperanza de producir en quienes lean mis textos el tipo de efectos benévolos y placenteros que he sacado de la lectura de mis teóricos o historiadores preferidos.

—¿Cómo se logra la inspiración?

La inspiración, por definición, no se controla. Como mucho, se propicia. Yo no hago literatura, así que la palabra «inspiración» puede sonar un poco grande, pero una forma de inspiración siempre está en juego, aun en los textos críticos o teóricos. La inspiración ahí se refiere a cómo ordenar el texto, a descubrir la cadena más propicia para la presentación de las ideas, quizá un inicio llamativo, una buena comparación aclaradora, un título sugerente, un abordaje de análisis, la correlación con alguna otra idea de otro contexto leída hace mucho tiempo y que de pronto viene a la conciencia. A veces viene sola y de primera, y ahí escribir es una delicia, es casi como tratar de correr para no perder las ideas que brotaron. En otros momentos no viene, y escribir es la lucha contra el espacio en blanco. Una vez que siempre escribo sobre algún asunto dado, en esos casos de sequía de ocurrencias dispongo de una posibilidad que no tienen los poetas o autores de ficción: lo que trato es de describir lo que tengo para describir en la forma lo más clara y sencilla de la que sea capaz, es decir, cumplir con los requisitos mínimos. Por lo normal, las ideas ya plasmadas en la escritura empiezan a traer otras, que van colaborando a que el texto sea cada vez menos gris.

Los que Iban Cantando / Detrás de las voces

Ninguno de Los que Iban cantando usó la etiqueta «modernismo político» (Aharonián y Paraskevaídis, hasta donde conozco, tampoco) que corre por mi cuenta. Lo que llamo por ese nombre parte de una asunción que puede verse como una traspolación de lo que en lingüística se conoce como la hipótesis Sapir-Whorf, según la cual el lenguaje condiciona la forma de pensar y sentir. Trasladada a la música, la hipótesis sería de que el predominio de ciertos procedimientos musicales coopera para formatear la sensibilidad y el pensamiento de las personas. Por ejemplo, podríamos conjeturar que la dialéctica que Hegel (nacido el mismo año que Beethoven) fue favorecida por la forma-sonata, omnipresente en la música que Hegel y sus antecesores inmediatos escuchaban cotidianamente. Aun así no otorgamos una primacía absoluta a los sistemas semióticos (es decir, si no asumimos la versión de Sapir-Whorf, traducida en el extremo «nosotros somos hablados por el lenguaje») podemos asumir una importante interacción entre ellos y la visión de mundo de cada uno. Es posible argumentar que, por ejemplo, una fuerte dualidad entre fondo y figura en música (melodía y acompañamiento), la tendencia a fuertes direccionalidades tonales a partir de la armonía tercial y el desarrollo de todo un arsenal de recursos para enfatizar la representación (y el contagio empático) de emociones específicas, todos esos elementos ganaron prominencia entre el 1400 y el 1600, más o menos al mismo tiempo que un humanismo individualista y subjetivista y con la economía capitalista, y esa simultaneidad podría verse como un indicio de ciertas sustentación mutua entre esos procedimientos musicales, ese sistema económico y los elementos ideológicos que lo respaldan. La apuesta del modernismo político (en música) es a incidir sobre el sistema musical para, supuestamente, afectar el sistema ideológico, favoreciendo una visión despegada de los acostumbramientos, a su vez necesaria para encontrar y asumir nuevos paradigmas en la forma de pensar del mundo.

Leo Barizzoni

Fotógrafo. Jefe de fotografía de la revista Galería. Autor de los libros de fotografías Imágenes Caminantes, Uruguayos, Buitres… el cielo puede esperar. Autor de las fotografías del libro 90 vidas, retratos de una comunidad, co-autor del libro Boliches montevideanos. Expositor en muestras fotográficas individuales y colectivas, destacadas en el exterior: Imágenes caminantes (Consulado Uruguayo en Nueva York), Uruguayos (Embajada Uruguaya en Washington y Centro King Juan Carlos de Nueva York); Snaps (Centro Cultural Borges de Buenos Aires), Fotografía e identidad: una mirada a Latinoamérica y el Caribe (Corea del Sur).

Uruguayos

A propósito del retrato fotográfico, donde varios personajes y personalidades uruguayas son fotografiadas.
Músicos, pintores, actores, directores, escritores, políticos, periodistas, fotógrafos. Solos o en grupo, fueron vistos a través de una cámara. ¿Vistos a través de una cámara o a través de una persona? ¿Quién ve? ¿Quién los ve? ¿Quién elige determinada pose? ¿Quién gana o pierde? ¿Quién queda conforme o desconforme? ¿Cuál es la verdadera imagen? ¿La que tiene el fotógrafo del retratado o la que tiene el retratado de sí mismo? ¿Hay una imagen verdadera o es todo ficción?

Gerardo Ciancio

Máster en Dirección en Centros Educativos. Especialización en Adolescentes con dificultades de Aprendizaje. Profesor de Literatura. Coordinador de proyectos educativos, ANEP-CODICEN. Autor de los libros de ensayo La crítica literaria integral, La ciudad inventada y Soñar la palabra, con el que obtuvo —en forma compartida— el Primer Premio en el Concurso Internacional de Ensayo “Mario Benedetti” (2011). Autor de las antologías Nada es igual después de la poesía. 50 poetas uruguayos del medio siglo y El amplio jardín. Poesía joven de Uruguay y Colombia (en coautoría con el poeta colombiano Federico Díaz Granados). Autor del manual de literatura Entretextos, para estudiantes de ciclo básico Plan 1986, que obtuvo el Primer Premio 1993 de la Inspección Docente de Literatura. Co-autor del libro La cultura en el periodismo y el periodismo en la cultura. De Mario Benedetti a Maldoror”.

—¿Por qué escribir?

—Mucho antes que escribir y pensar en escribir, leí. La lectura es la escuela de la escritura, el taller previo, la única forma posible de expresarse con el lenguaje para intentar generar algo que puede llamarse poesía, o cuento, crónica, etc.

—¿Cómo se logra la inspiración?

—La inspiración es negada por algunos, para otros, existe y configura un misterio. Entiendo que estoy en una posición a mitad de camino, o eso me parece. Hay unas ganas, una pulsión o "no sé qué" que te invita o te conmina, a veces, a expresar con escritura algo. Luego, hay experiencias personales, vitales que pueden aportar contenido o sugerir la forma de ese producto verbal, de ese texto concreto. Por ejemplo, un visita a Hiroshima más un gusto por la lectura de la poesía breve en la tradición japonesa, me llevaron a probar la escritura de haikus, poemas de tres versos que testimonian la percepción del instante.

Haikus de Kyushu

Por el kimono / supo de sus sandalias / Así no hay muerte

La vida hija / Su cinta del kimono / una sandalia

Veloz el tren / regresa al tiempo ido / Hiroshima arde

Ana Solari

Escritora, periodista cultural, dramaturga. Doctora en Comunicación. Autora de Scottia, El collar de Ámbar y El hombre quieto, entre otros. En el año 2010, obtuvo el primer premio en la categoría Narrativa Inédita por la novela El señor Fischer del Ministerio de Educación y Cultura. Fue distinguida, además, con el Premio a la Excelencia Docente de la Facultad de Comunicación y Diseño.

La bestia, del libro Los geranios

Se encamina a la última mesa, la más alejada de la barra y apartada de los parroquianos somnolientos, y le hace una seña al del bar de que quiere beber. El hombrón se acerca con un vaso y una botella de whisky barato y sirve. El líquido incierto rebosa el vaso, pero ni el hombrón ni ella parecen notarlo, y si ese es el caso, da lo mismo. Bebe, y el calor del local, de la noche, del verano y de la vida entera se concentra en el vaso que suda, pero menos que ella. Bajo las axilas, la humedad avanza y se extiende. Bebe y, cuando deja el vaso y se limpia los labios con el revés de la manga, lo ve. En el otro rincón, casi a oscuras, un hombre de dimensiones tan vastas y desproporcionadas que no parece de este mundo. ¿Cuánto pesa? ¿Qué espacio ocupa? Se apoya con los codos en la mesa, y uno siente el dolor y la resistencia de la madera y del piso. Viste una camiseta oscura y desteñida, y entre los rollos sudados del cuello luce lo que debió haber sido una cadena de la primera comunión. Las manos parecen dos enormes butifarras deformes, y la cabeza, en oposición al cuerpo, es diminuta. ¿Será eso? Porque siente cómo se pone de pie, cae la silla, casi resbala, se apoya en la mesa, y se encamina, con dificultad hacia la mesa del gordo, del hombre-bestia, de la bestia a secas. Se acerca a él, que apenas repara en ella, y le levanta la cabeza. La bestia entonces entorna dos ojos redondos y amarillos, como los de un gato, y la mira. Ella le hace una guiñada.
Con un esfuerzo sobrehumano, la bestia logra ponerse de pie —por Dios, piensa, cada pierna equivale a ella y su hermana sentadas en el sofá de la entrada—, deja unas monedas en la mesa, después la toma fuertemente del hombro —es una garra grasosa— y dice:
—A mi casa.

—¿Por qué escribir?

—Escribo porque me gusta narrar (y contarme) historias, me gusta crear personajes, escenarios y situaciones. Escribir es una forma de vivir, y no concibo mi vida sin la escritura, del mismo modo que no concibo mi escritura sin la lectura.

Escribir también es una manera de interpretar el mundo y lidiar con él.

—¿Cómo se logra la inspiración?

—No creo en la inspiración, para nada.

Escribir es un trabajo disciplinado, que requiere horas de dedicación, no surge mágicamente de un rapto de la diosa inspiración que visita al escritor. Creo que el concepto de la inspiración es algo del siglo XIX, un concepto burgués o pequeño-burgués. Responde a una construcción romántica de la figura del escritor. Inspirado, invariablemente en crisis existencial, seguramente con alguna manía, alguien que sufre. La inspiración es la salvación para esa alma en pena. No conozco colegas escritores que se refieran a la inspiración como disparador de una obra. Nunca usé ese término ni lo escuché en relación con nuestro proceso de creación.

No me inspiro en nada, y no tengo idea de cómo sería ese proceso. Cada libro que escribí es la respuesta a alguna pregunta que me planteé. Sí creo que un escritor genera sus propias condiciones de creación y producción de la obra: el entorno, el contexto. Si necesita música o silencio, cuándo y dónde escribe, el lenguaje, fotografías o lo que sea.

Martín Avdolov

Publicista, especialista en contenidos creativos y consultor en creatividad para organizaciones. Autor de los libros Violeta corazón, Camba y El corazón creativo.

El corazón creativo

Cuando comencé a trabajar en creatividad estaba convencido de que cada idea que me surgía era absolutamente mía. Que me pertenecía en su totalidad. ¡Qué grave equivocación! Cargar sobre mí tanta responsabilidad, en el acierto o en el error. Luego entendí que cada nueva idea y obra creativa eran parte del equipo de trabajo. Sobre todo gracias a la sinergia que se generaba entre todos los que participaban durante el proceso. Hoy creo que es parte de algo mucho más grande y poderoso. ¿Como adultos, podemos decir «mío» cuando hablamos de una creación? ¿Quién puede decir con absoluta propiedad que algo le pertenece? Evidentemente, hay una responsabilidad del trabajo en encontrar esa nueva combinación de viejos elementos y crear algo nuevo. Pero, ¿no son esos elementos con los cuales trabajamos un gran entramado de otras creaciones, y gracias a ellas ha sido posible el éxito de esa nueva combinación? Si nuestras creaciones tienen una base importante en creaciones anteriores, entonces tenemos una responsabilidad con la historia, y por supuesto, con el futuro. Somos parte del universo, aunque a veces nos pongamos en el lugar de un niño de tres años y creamos que todo gira a nuestro alrededor. Y si tenemos la fortuna de encontrarnos en medio del trabajo con una de esas grandes creaciones que llegan a cambiar paradigmas, nada mejor que recibirlas con agradecimiento. Cuando sustituimos el «mío» por el «nuestro» es cuando la creatividad adquiere su mayor expresión, y sobre todo entra en coherencia con el corazón creativo. El valor de la autoría intelectual es incuestionable. Lo que sí es cuestionable es no devolverle a la humanidad su contribución por la que todas nuestras creaciones son posibles.

—¿Por qué escribís?

—No concibo la vida sin escribir. Es parte de mi esencia. Lo hago desde muy chico. No sé cómo es vivir sin escribir, sin contar historias, sin exteriorizar lo que tengo en la cabeza. Me hace muy feliz el proceso, mucho más de lo que pase después con eso. Cuando escribo estoy conectado con el presente, con lo que soy, pienso y siento. Para mí eso ya es suficiente.

Mientras tenga algo para decir voy a seguir dándole duro a las teclas.

—¿Cómo se logra la inspiración?

—¿Cómo trabajo? Es una pregunta que puedo responder a la perfección. ¿Cómo me inspiro? No lo sé con claridad. La inspiración es bastante azarosa y no sé hasta qué grado depende de mí. La música ayuda, correr también.

¿Qué cosas me inspiran? Ahí sí puedo ser más específico. Me inspiran las historias humanas simples que contienen algún elemento extraordinario, unir mundos que aparentemente están desconectados y a partir de ello crear algo nuevo. Me inspira correr algunos límites, desafiarme a mí mismo, ponerme objetivos cada vez más interesantes, me inspira todo lo relacionado a la naturaleza humana y el autoconocimiento.

Daniel Mazzone

Máster en Periodismo. Autor de Primer Bando, Custer y Bernabé en el País del Urú, Jam Session en la Posta del Ángel, entre otros. Autor del prólogo de Ariel, de José Enrique Rodó, edición del Ministerio de Relaciones Exteriores y del Consejo de Educación Técnico Profesional de la Universidad del Trabajo del Uruguay. Catedrático de Periodismo Digital y Coordinador Académico de Periodismo y Contenidos Digitales de la Facultad de Comunicación y Diseño.

La angustia de Acevedo Díaz, del libro Desenfocados

Le quedan 16 días aun, y aunque usted no lo sepa, los últimos días en el Uruguay. Camina por la pequeña habitación como un león en su jaula. Como si su cuerpo sí supiera que nunca volverá. Se detiene, escribe un trozo de una carta y vuelve a desconcentrarse. Después escribe una tarjeta. Y vuelve a caminar. Endemoniadamente. Revuelve papeles en una de las pilas que cubren el escritorio. Ya jugó el resto de su vida. No hay casualidades Acevedo Díaz. Una vida fluye hacia adelante y saca afuera lo que sólo uno mismo sabe que lleva puesto.

—¿Por qué escribir?

—Para aprender sobre aquello que investigo y decir algo que eventualmente no ha sido dicho.

—¿Cómo se logra la inspiración?

—De mis propias interrogantes y de personas o situaciones que provocan mi interés.

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