En busca de una moda “más ética, transparente y amigable con el ambiente”, Fashion Revolution Week se lleva adelante del 19 al 25 de abril en recuerdo del colapso de la fábrica Rana Plaza en Bangladesh, en 2013. Lo sucedido “visibilizó un secreto a voces y dejó en evidencia que los derechos de los trabajadores de la industria de la moda no estaban —y en muchos casos aún no están— siendo respetados: horas excesivas de trabajo por menos de un salario mínimo, maltrato físico y verbal, degradación de sus derechos, abuso de poder, explotación infantil”, ejemplificó Noel Falken, coordinadora de comunicación de Fashion Revolution Uruguay.
Se trata de una semana dedicada al activismo de moda, repleta de actividades, charlas y acciones, tanto con las marcas como con los ciudadanos. “De una forma u otra, todos somos parte de la industria de la moda: como portantes del indumento o como hacedores de la industria”.
En esta edición el foco está puesto en “Derechos, Relaciones y Revolución”, proponiéndose resaltar “que los derechos humanos y los derechos de la naturaleza están interconectados y son interdependientes”.
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¿Por qué es necesario revolucionar la moda?
“Debido a que es una de las industrias más contaminantes del planeta: se están talando bosques antiguos debido al comercio internacional de textiles, los animales son maltratados regularmente y los vertederos se amontonan con ropa en desuso”. Además, agregó Falken, la industria es sumamente injusta con sus trabajadores.
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¿Qué busca provocar esta revolución en los consumidores?
“Como ciudadanos, todavía es muy difícil encontrar información creíble sobre las condiciones de trabajo y los impactos ambientales detrás de lo que compramos”, lamentó la coordinadora de Fashion Revolution Uruguay.
“Buscamos concientizar y empoderar a los ciudadanos, porque necesitamos un cambio desde la industria, pero no podemos esperar a que eso suceda. Como consumidores debemos empezar a ser mucho más curiosos y exigentes, investigar, cuestionar, demandar respuestas. Por eso proponemos empezar por preguntarles a las marcas #QueHayEnMiRopa y #QuienHizoMiRopa”.
Dejar huella
Camila Zerbino es estudiante avanzada de la Licenciatura en Diseño de Modas, en febrero de este año presentó su Proyecto Integrador en el marco de Recreación21, instancia donde los estudiantes trabajan en un proyecto real con una empresa real. La diseñadora trabajó con Gaia, una marca sustentable que elabora a partir de la reutilización de materiales. De allí nació Unéz, una propuesta de diseño social y sustentable creada a partir de excedentes de fábricas nacionales.
Las piezas de Unéz fueron bordadas a mano por mujeres de Ceprodih, una asociación civil sin fines de lucro que promueve la dignidad y genera un espacio de contención para mujeres que se encuentran en estado vulnerable.
Unéz nace con el objetivo de reconciliar al consumidor con el término ‘artesanal’. Retoma técnicas textiles, las transforma y traduce en un lenguaje contemporáneo, creando nuevos patrones de patchwork y generando telas únicas para así fomentar la reivindicación de lo manual. Se busca dejar una huella, una impronta personal, creando un espacio que refleje el valor humano.
La coordinadora de la Licenciatura en Diseño de Modas de ORT, Mariana Muzi, remarcó que el movimiento Fashion Revolution trabaja en consignas que tienen que ver con la solidaridad, la preocupación por la labor de los operarios, el cuidado del medio ambiente y la forma de trabajo saludable, con un fuerte interés por la sustentabilidad, con proyectos amigables con el medio ambiente, la recuperación de artesanías o recursos del pasado y, como tercer pata, con una gran apuesta a la creatividad.
Desde la universidad, en cada año de la carrera, remarcó Muzi, desde hace varios años se trabaja en que los estudiantes, a través de diferentes consignas y proyectos, apuesten a ser conscientes sobre estas problemáticas mundiales.
En primer año, en la materia Diseño y Comunicación Visual 2, se trabajan las temáticas de sustentabilidad y upcycling: los estudiantes salen a la búsqueda de prendas existentes, “lo que académicamente tiene valor dado que se vinculan con el producto textil y con sus recursos constructivos”, explicó la coordinadora. Luego, los alumnos “desarman” esa prenda para reutilizar los textiles y generar un nuevo producto que “deja ver las huellas de la prenda original”. Desde ese modo, el producto final cuenta una historia.
En segundo año se apuesta a la realización de los prototipos por parte de los estudiantes. Como diseñadores, apunta Muzi, “tenemos que saber bien cada una de las acciones que intervienen en la realización de un producto, sea cual sea la tipología o la materialidad”. Allí se aprende textil, tejido plano, estampado, tejido de punto, donde desde hace varios años se apuesta al slow fashion.
En tercer año, en la materia Diseño de Colecciones, continúa presente la sustentabilidad en diferentes proyectos. En cuarto año, en Diseño y Producción de Eventos de Moda, se trabaja fuertemente en destacar y resaltar la identidad del país: “el valor de quien lo hace, el valor de la materia y el valor del diseño se conjugan para lograr creaciones de autor”.
Trabajamos el diseño de un producto afectivo, atemporal, que no es masivo, que es relevante quién lo hizo, es importante que ese producto trascienda en el tiempo y se trasforme en un valor para el usuario. Apostamos a una moda consiente que seguramente va a ser el camino del cambio.
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