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Poco ruido, pocas nueces

19/06/2018
La Ceremonia Inaugural de Rusia 2018 vista por el Lic. Fabián Barros, M.A.

Fabián Barros es Máster en Artes Digitales por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona y Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de la República. Es Coordinador Académico de la Licenciatura en Diseño, Arte y Tecnología y Catedrático de Multimedia y Artes Digitales de la Facultad de Comunicación y Diseño. Combina su vocación artística con la actividad profesional como director creativo publicitario y la docencia vinculada a entornos digitales.

Comenzó otro Mundial. En todo el mundo, millones de personas se posicionan frente a sus pantallas para asistir a la ceremonia que inaugura el evento deportivo más importante y esperado del planeta.

Mientras tanto, tras bambalinas, cientos, probablemente miles de artistas, diseñadores, técnicos, camarógrafos, productores y un larguísimo etcétera se preparan para dar comienzo al espectáculo. Imaginemos el ambiente que reina en ese momento: los vestuaristas dan las últimas puntadas a los trajes de los bailarines y músicos que ya están listos para salir a escena. Los directores de tecnología chequean obsesivamente una y otra vez los sistemas informáticos. Los editores ponen sus manos sobre sus teclados esperando la señal para salir al aire.

Lejos quedan las cientos y cientos de horas de esfuerzo, planificación, coordinación, ensayos.

Ahora es el momento: todo tiene que funcionar a la perfección. Como una máquina.

Todo está preparado. ¡Comienza la función!

Sin embargo, la ceremonia inaugural del Mundial de Fútbol Rusia 2018 dejó sabor a poco. La prensa especializada (y la otra también) coincide en que la ceremonia dejó mucho que desear.

Para los amantes a las artes tecnológicas y los espectáculos multimediales, las ceremonias de apertura de eventos ultramasivos y multimillonarios como el Mundial son siempre interesantes. Los países organizadores muchas veces utilizan estos eventos para revelar nuevos desarrollos tecnológicos aplicados a las artes escénicas y como una oportunidad de posicionamiento creativo y técnico a nivel mundial.

Hace muchos años tuve la fortuna de participar de una charla que dio Luis Bassat, presidente de Bassat Ogilvy, agencia de publicidad encargada del diseño de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992.

En esa charla tomé real dimensión del tamaño de producción de un evento de estas características y de las implicancias comunicacionales, económicas y políticas que trae aparejadas. En el caso de Barcelona particularmente, los Juegos Olímpicos marcaron el inicio del posicionamiento internacional que la ciudad mantiene hasta el día de hoy, 25 años después. Miren si será importante.

No fue el caso de Rusia en 2018.

Sin embargo sería erróneo pensar que Rusia no está preparada para enfrentar un desafío de esta naturaleza. Muchos de nosotros tenemos todavía el recuerdo fresco del impacto que tuvo la instalación del MegaFaces Pavilion para la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi en 2014.

Y los más viejos recordamos aún el gigantesco panel humano realizado para los Juegos Olímpicos de 1980, una demostración de sincronía y precisión en plena era predigital, cuando Rusia era todavía la Unión Soviética.

¿Qué sucedió entonces en Rusia en 2018?

Una ceremonia breve y con poca innovación. Se rumoreaba que esta iba a ser una ceremonia breve y austera.

Yo la vi muy similar a la inauguración del Mundial pasado, pero cuatro años más tarde y sin la alegría y el despliegue brasileño.

El número de baile fue sustituido por un espectáculo de acrobacias en la tradición circense rusa, que tiene su mayor expresión en el famosísimo Circo de Moscú.

El número musical internacional cambió a JLO y Pitbull por Robbie Williams y la soprano rusa Aída Garifullina que hizo su entrada a escena montada en un Ave Fénix.

A nivel tecnológico, la impactante esfera desplegable de pantallas LED del mundial de Brasil dio lugar a una deslucida media pelota low poly con unas pocas pantallas LED oficiando de escenario.

El alarde de tecnología que supuso la polémica presentación de un exoesqueleto controlado por la mente de un parapléjico en Brasil 2014 no tuvo su correspondencia en Rusia 2018.

A nivel de tecnología quizás lo más interesante fue el uso de pantallas LED inalámbricas con forma de pétalos de fuego por parte de bailarines y acróbatas, pero tampoco estos dispositivos tuvieron mayor protagonismo.

A todas luces parecería ser que la intención de esta ceremonia inaugural fue presentar un espectáculo masivo estándar, a gusto del público occidental, en la línea del Super Bowl Halftime pero con menos despliegue y presupuesto.

Un espectáculo confirmatorio y tranquilizador, con una visión de apertura internacional, en sintonía con el discurso de bienvenida que inmediatamente después ofreció el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin.

El fuego como imagen de la ceremonia apoyó el carácter efímero del espectáculo y el ingreso triunfal del Ave Fénix puede ser leído como un símbolo de afirmación de Rusia como potencia mundial.

Volviendo a la tecnología, seguramente la mayor innovación haya que buscarla en el campo de juego, pero lejos del espectáculo artístico y cerca del VAR Room, el controvertido Video Assistant Referee, la tecnología que se está utilizando en esta Copa del Mundo por primera vez y que tiene el potencial de cambiar radicalmente el juego.

Pero más allá de inauguraciones, innovaciones y controversias el Mundial sigue siendo el evento más esperado, visto y comentado del mundo. La gran fiesta del fútbol. Un deporte central en la cultura contemporánea y un evento que en nuestro país se convierte en un fenómeno social: un motivo de esperanza y unión entre compatriotas que no tiene ninguna comparación. ¡Feliz mundial para todos! ¡Arriba Uruguay!

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