Ramón fue el primer Almeida que llegó desde su España natal a América Latina. Años más tarde, el padre de Laura nació en Ecuador y a ella le pareció que Ramona “era un nombre corto, que sonaba fuerte, fácil de recordar y que hacía referencia a las raíces”.
Ramona nació, quizá, cuando Laura Almeida tenía tan solo cuatro o cinco años. A esa edad, su bisabuela yugoslava le enseñó a tejer a dos agujas. “Ella era una genio tanto en crochet, como a dos agujas. Domingo a domingo iba viendo mis progresos tejiendo prendas sencillas para mis muñecos o peluches”, recordó. La bisabuela falleció cuando Laura tenía nueve años y entonces ella empezó a tomar clases particulares “con un grupo de señoras”.
“Siempre fue algo que me encantó, pero la verdad es que no lo veía como una posibilidad de trabajo a futuro”, comentó la hoy diseñadora. “Vivía el presente y me dejaba influenciar por las carreras que todos pensaban seguir. Fui a un colegio muy competitivo y exigente; estudiar Diseño no era una posibilidad. No tomé la decisión hasta terminar el liceo, sinceramente no me visualizaba inscribiéndome en Medicina”. Comenzó a preparar la prueba para entrar al Centro de Diseño pero no quedó. “Venía de un ritmo tan acelerado que definí anotarme en la Universidad ORT y empezar la carrera de una vez”.
Laura admite que no fue “nada fácil” al principio, sobre todo en la actitud de su padre. “Luego vieron mi entusiasmo, mi dedicación y los resultados académicos, y lo fueron aceptando”.
El diseño como profesión
“La carrera me dio un espectro de todo lo que se puede hacer en Modas. Y cuando uno sabe, puede elegir”, resume. Dijo que los dos primeros años fueron muy experimentales y en los dos últimos, “todo empieza a tener más sentido”. Mientras cursaba la Licenciatura en Diseño de Modas, descubrió su gusto por el estampado y enfocó en la moda una pasión que tenía desde pequeña: la fotografía.
Cuando estaba en el último año, decidió empezar con un emprendimiento propio, “ya que era imposible trabajar para una empresa durante ocho horas al día si pretendía terminar la carrera en tiempo y forma”. Y el hobby de la niñez se transformó en Ramona, “un proyecto que conjuga una técnica tan antigua como el tejido de punto, con la sociedad contemporánea de hoy en día”.
Laura Almeida define a Ramona como “prendas con un valor agregado de diseño y una visión personal que otros productos en el mercado no siempre tienen”.
Explica que su interés por la lana radica en que es una materia prima sustentable, siendo Uruguay el quinto país en el mundo con mayor exportación de lana para vestimenta. “Este indicador convierte a la lana en una de nuestras principales materias primas, reconocidas por su calidad y suavidad. La tradición lanera uruguaya y la especialización del sector cuentan con reconocimiento internacional, tanto por su experiencia exportadora como por el nivel de equipamiento requerido y la excelente formación de la mano de obra”, explica la profesional. “Se suma a esto la infinidad de posibilidades que hay en cuanto a diseño, ya que de una fibra se obtienen productos maravillosos. La creatividad queda libre, sin límites ni parámetros, a la vez que se ofrece un producto suave, natural, sostenible y de calidad”.
Animarse a emprender
“Sin un capital inicial es muy difícil vivir de un proyecto como Ramona”, admitió Laura Almeida, quien trabajó durante dos años en Sisi, primero diseñando mallas y bikinis, y luego en el área de marketing. “Este último puesto despertó en mí la inquietud de aprender más y, sumado a mis constantes ganas de crecimiento y cambios, decidí irme con una amiga a estudiar a Barcelona”. Estudiaron Marketing y Comunicación de Moda en la Escuela Superior de Diseño y Moda Felicidad Duce.
El proyecto final fue sobre Ramona y las nuevas plataformas de venta para posicionar el producto en el exterior. Al mismo tiempo, se presentó a la Fundación Adolfo Domínguez, que elige un diseñador por semana y le brinda la posibilidad de exponer en FlagShip Store en la ciudad de Madrid. “Quedé seleccionada y expuse en el mes de agosto. Fue una experiencia muy gratificante ya que tuve la oportunidad de mostrar lo que hago en el exterior y de establecer muchos contactos para el futuro”.
En 2011, Almeida recibió el premio Morosoli de Bronce en la categoría Diseño por su emprendimiento personal. “Eso fue una alegría gigante en mi vida. Fue un reconocimiento a mi trabajo y esfuerzo, un empujón para seguir adelante y creer que se puede”. Fue finalista de la quinta edición de Lúmina y, en marzo de 2009, recibió una mención especial en el concurso de diseño Louvre “Seis siglos de Pintura”, por el cual ganó un viaje a París. “Fueron instancias súper enriquecedoras a nivel personal, sacaron mi faceta más creativa y me permitieron mezclar diseño con arte. Estas instancias no las quiero perder con el tiempo: hay jóvenes que por perezosos no se presentan en este tipo de concursos y no ven lo importante que es plantearse un desafío a uno mismo, que además funcionan como vidriera para mostrar lo que son capaces de hacer”.
“Lo que puedo decir hoy, a tres años de recibirme, es que así como en la vida uno va definiendo su personalidad, en la carrera profesional pasa lo mismo”, reflexiona. “Al principio hacés de todo para experimentar y probar, pero llega un momento que te volvés más selectiva y elegís qué querés hacer y qué no. Por un lado, mi faceta de diseñadora sigue latente con Ramona y, por otro lado, me estoy perfilando por el camino de la comunicación e imagen de moda, que es lo que estudié en Barcelona, y que, combinado a mi gusto por el arte y la fotografía, me hacen creer que hay un largo camino por recorrer ya que es un mundo gigante y bastante nuevo”.
